Patagonia

Mirar a 360 º y no ver otra cosa que pastizales
Andar 100 km y estar en un paraíso.
Sentir el viento en la cara.
Oír el silencio.
Estar rodeada de bosques con olores y aires puros.
Descubrir paisajes asombrosos
en cada vuelta de los caminos de montaña.
Aroma a rosa mosqueta, a frambuesa y arándanos.
Lagos turquesas, gélidos y hermosos.
Escuchar el gorgoteo de un arroyo colándose entre las piedras
y beber el agua más rica y cristalina.
Agotarse hasta trepar a un refugio de montaña
y en la cima tocar el cielo con las manos.
Olvidarse del tiempo, del asfalto y la tecnología.
Sentir que se puede vivir en una carpa.
Saborear una trucha y un ciervo ahumado,
una cerveza frutada y los helados de Jauja.
Caminar por horas y no cansarse nunca.
Sorprenderse con la amabilidad de las personas.
Hablar con desconocidos en la montaña y registrar sus caras.
Sentirse un hobbit caminando por el bosque Viejo.
Poder admirar el cielo más iluminado del mundo
y ver varias estrellas fugaces por noche.

Descubrir que la vía láctea está ahí visible, cruzando el cielo.
Disfrutar de los días largos y del olor a leña ardiendo.
Esto es el sur, quien lo vivió lo sabe…